En 2025, la energía solar fotovoltaica será el elemento central de la nueva economía energética, siendo la tecnología renovable más desplegada en el mundo. Según la Agencia Internacional de Energía (IEA), la inversión global en energía limpia ha aumentado un 40% desde 2020, destinándose actualmente más de mil millones de dólares diarios a la expansión solar a nivel mundial. En ese contexto, se espera añadir cerca de 500 GW de capacidad de generación renovable solo en 2023, estableciendo un nuevo récord y posicionando a la solar como la gran protagonista, representando más de la mitad de ese crecimiento. 

Esta explosión solar no es casualidad. Los argumentos económicos —costes bajos, escalabilidad y rapidez de despliegue— han permitido que la energía solar compita y supere a las fuentes fósiles tradicionales. La IEA destaca que la capacidad manufacturera global de paneles solares superará los 1,200 GW anuales hacia finales de la década, aunque en el escenario de políticas actuales (STEPS) se proyecta que se desplieguen globalmente alrededor de 500 GW en 2030, mostrando que aún queda margen para acelerar el avance. 

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Sin embargo, el desarrollo masivo de la solar trae consigo desafíos estructurales:

   • Integración a redes eléctricas: Requiere inversiones en digitalización, almacenamiento (baterías) y refuerzo de infraestructuras para maximizar su impacto y evitar congestiones o desperdicio de energía solar. 
 
   • Concentración industrial: China domina la fabricación de paneles y componentes clave, por lo que la diversificación de cadenas de suministro e innovación en reciclaje y sustitución de materiales críticos es una prioridad global. 
 
   • Reducción de emisiones: Aun con el crecimiento solar, la IEA advierte que solo una combinación de triplicar la capacidad de renovables, duplicar la eficiencia energética y políticas coordinadas logrará orientar al sector energético hacia la meta de 1,5°C de calentamiento global para fin de siglo.
 

Por último, la solar como vector de desarrollo tiene especial relevancia en economías emergentes, donde cubrirá una parte significativa de la demanda eléctrica creciente, facilitando acceso a energía, creación de empleos y reducción de contaminación.​